La piratería digital: el precio le gana a la ley

25.03.2008 08:52

Cuando Carolina Álvarez vio la película “300” exhibida en la calle a sólo 5.000 pesos, que todavía no estaba en las carteleras del cine colombiano, no lo pensó dos veces para comprarla.

 

 

 Para Johany Rendón, fabricante, distribuidor y vendedor de piratería digital, el proceso es simple: “yo tengo unos equipos en la casa, las carátulas las descargo y las imprimo, bajo la información, música, películas, programas, juegos de Internet y luego se queman; me voy para el lugar donde vendo y también tengo un teléfono donde me pueden contactar para suministrar alguna mercancía”.

El proceso de piratear lo facilitan los crakers quienes, según Johann, “son manes con alto conocimientos de programación, que están capacitados y le cacharrean mucho a eso de la programación y de cómo poder hacer copias. Ellos decodifican la información y la suben a los servidores”. 

 

Cultura de legalidad

“Al colombiano le ha faltado más cultura de la legalidad, más de saber que hay que respetar los derechos de autor y que tributar es una obligación de los colombianos”, comenta, cuidadosamente, Juan Carlos Arboleda, funcionario de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN).

Del mismo modo, Juan Pablo Restrepo, fiscal 101 de la unidad segunda de Patrimonio Económico define la piratería, además, como un “flagelo que no solamente afecta al país sino también a la comunidad internacional debido a que las casas fabricantes se han visto perjudicadas con este tipo de conductas que ha dado un detrimento patrimonial tan tremendo para esas compañías que muchas han tenido que cerrar y las mismas casa disqueras han disminuido su presencia en la ciudad”.

Por otro lado y sin ningún cuidado, Carolina Álvarez contrarresta sus comentarios asegurando: “no pienso que el hecho que yo compre discos piratas pueda afectar mucho a las disqueras o a los cantantes. No creo que por eso ellos pierdan plata ni nada, simplemente yo pienso en mi economía”.

Y que decir de la cultura de legalidad de los fabricantes, distribuidores y venderos de quienes, como Johann, ven la piratería como “la única forma de ganar dinero fácil” con sus medios y con lo que manipulan. 

Ley fantasma

Para tratar de obstaculizar este romance económico entre el piratero y el consumidor irrumpe sin ningún reparo la legislación. Juan Pablo Restrepo, afirma que “desde el año pasado la normatividad penal incremento la pena para la piratería. Los artículos 271 y 272 del Código Penal fueron modificados por la ley 1032 del 2006 consagrando una pena de prisión de cuatro a ocho años y una multa de 26.66 a mil salarios mínimos legales mensuales vigentes para las personas que la justicia determine como responsables de la conducta de defraudación a los derechos patrimoniales de autor”.

La ley se aplica tanto para fabricantes, distribuidores, vendedores mayoristas y minoritarios como para consumidores, pues según Juan Pablo el verbo rector es muy amplio.

El Código Penal dice que por cualquier medio o procedimiento, reproduzca una obra de carácter literario, científico, artístico o cinematográfico, fonograma, videograma, soporte lógico o programa de ordenador, o, quien transporte, almacene, conserve, insiste Juan Pablo, conserve, distribuya, importe, venda, ofrezca, adquiera para la venta o distribución, o suministre a cualquier título dichas reproducciones, se aplica la ley.

Además, explica el Fiscal “que si a uno lo cogen en la calle o le abren el carro y le encuentran piratería, ahí esta la regulación”.

Pero Carolina no parece estar muy enterada de las sanciones que puede tener comprar piratería aunque sabe que hay cierto control para los que venden, “pero para los que consumen no sé si también hay normas que nos puedan penalizar”. Para Juan Pablo Restrepo el desconocimiento de la legislación por parte de los consumidores es total.

Al parecer los únicos que conocen la ley son los fabricantes y vendedores quienes, como Óscar Montoya, van con su mercancía por los alrededores del centro comercial El Diamante, ofreciendo los discos de moda de Jorge Celedón y de Darío Gómez, pero con cierto temor de que los vea la policía porque “si nos ve por acá, nos coge, nos quita la mercancía sean dos o tres tripletas lo que sea se lo llevan. Entonces, uno tiene que estar muy pendiente de ellos”.

El temor se incrementa al saber que “si nos pillan con la mercancía nos pueden reseñar, o sea, depende de la cantidad que usted tenga le pueden manchar la hoja de vida. Inclusive si a usted le hacen la reseña no puede sacar el certificado del DAS para algún otro empleo que de pronto necesite más adelante”, afirma Óscar. 

Grandes y pequeños

Historias de piratería hay muchas, tan sencillas como la de Johany en su casa, con sus equipos y su conocimiento que no se reconoce como un pirata de los mayoristas, sino que vende unos diez o 20 discos al día; o historias como la que cuenta el Fiscal, sobre camiones y tractomulas en movimiento quemando la música porque, según él, es una industria que ellos generan de manera artesanal, con CPUs, quemadores y en cualquier parte lo pueden hacer.

Mientras tanto, Carolina continúa comprando su música y sus películas “ilegales”, porque 5.000 pesos que cuesta una pirateada a 60.000 pesos en promedio que cuesta una original es mucha diferencia”.

Crónica Pirateria.doc (34 kB)

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